sábado, 19 de septiembre de 2009

El hombre tupperware.

Hoy, para todos uds.: Apología del hombre tupper.

Hoy, señoras y señores, quiero hablarles de una cierta postura adoptada por los hombres de mi corta pero intensamente vivida vida (valga la redundancia), que me es de particular desagrado. Hoy quiero hablarles de esta clausura de pensamientos, orientados hacia sus mismos ombligos, y a mi consiguiente exclusión, ya sea momentánea o permanentemente, de sus vidas y/o mentes. 
Hablemos pues de este apasionante fenómeno. Ante todo, decir que a una servidora se le ha criado con unas ideas claras y concisas sobre el procedimiento a seguir en tal o tal situación (ideas que a su vez se fueron desarrollando en mi ser, dándome el derecho a apropiarme de las mismas y a ponerles mi firma). La suma importancia del hecho de ser directos en esta vida, de quitar las tiritas de un tirón y de no andarse por las ramas; hablamos de esas ideas. De compartir y hacer partícipes de lo que nos ocurre a los que nos rodean y nos aman; de esos ideales, hablo. Sin duda eso lo aprendí de mi madre, y de mi padre debí de llevarme la supuesta demagogia que poseo (si es que realmente la calzo). De él también me tuve que llevar algún complejo de Elektra sin resolver, pues éste es el hombre hermético que encabeza la lista de mi vida.
Pues bien, creo que ya es hora que os hable con propiedad, hombres herméticos y de mentes inescrutables pasados en mi vida, presentes y por venir: Entended, por favor, mi situación de extrema preocupación al preguntaros qué os pasa; comprended mi anhelo por atravesar vuestras barreras mentales y por mis ansias por prestaros mi ayuda y consuelo; aceptad mis consejos, dejadme entrar en vuestras cuatro paredes para que pueda brindaros un poco de amor y calor humano, y por favor, os lo suplico una vez más, abriros al mundo que os proporciono de buen grado y acabad con mi sufrimiento, angustia e impaciencia que siento se me acumulan en las venas al veros tan inquietos y desasosegados. Porque señores, no me quiero entretener en el camino con vuestros casos de hermeticidad, pues visto el historial que llevo dudo que esto acabe pronto, y aún no estoy dispuesta a probar el masoquismo como doctrina y dogma. 
Y que para abrirme los tuppers de casa, ya tengo a mi compañero de piso, Till el Suizo.


Hasta muy pronto,
la Chica Transoceánica



Y cómo diría mi papá: "..."