martes, 26 de junio de 2012

Visión de pasado/presente

Caminando hoy por las calles de Barcelona, en estos, los últimos días de colegio que suponen un qué para los adolescentes, he decidido pararme a observar a esos entes indefinidos que son los teen. Con sus  desdichados andares, su desafortunado hablar y sus dosis casi enfermas de feromonas sin final feliz. Todo eso me ha recordado a una versión menos afortunada de mi yo, una versión absoluta y caprichosamente dominada por el impulso sexual de púber, destinada a cometer errores de novata hasta la saciedad en cuanto a la vida en general se refiere. Mi impaciencia sobrepasaba los niveles permitidos por la ley, hasta el punto en que mis hermanos mayores tuvieron que tomar partido en el asunto y prepararme lo que fue mi primera "intervention". Todo un drama, lágrimas de cocodrilo incluidas. Insultos de cartón piedra que se me quedaron grabados a fuego en la frente, tales como "niña mimada" e incluso en francés "pourri gatée". Y ese fue el punto de partida de lo que pensaba que era una nueva chica transoceanica. Pero he aquí mi error. He aquí mi grandísimo traspié en la era del young adult. Justo cuando pensaba que mi impaciencia había muerto, de una vez por todas, aparece el gran obstáculo que hace mover mi dormida bola fetiforme que dormitaba en la boca de mi estómago, y que trata de romper las paredes de mi vientre desde el interior (no sé por qué, exactamente, pero siempre pensé en mi impaciencia como ese bola infernal y negra, harta de la espera y dispuesta a masacrarme desde mis entrañas). La ansiedad me ataca de repente en estas noches estivales y me sofoca, trepando por mi esófago e incitándome al vicio del fumar. Me imaginaba que en 2 años, 4 meses y 6 días que llevaba sin escribir en este, mi blog, había crecido y este bola habría menguado como por arte de magia, pero resulta que aún me queda camino para llegar a mi yo ideal.
Os invito a acompañarme por el camino de la transformación. Esto promete ser morbosamente divertido. Palabra de chica transoceánica resucitada.

jueves, 21 de junio de 2012

elipsis temporal.

Me estremezco al leer las últimas líneas. Hace 2 años, 4 meses y 1 día que no me paraba a escribir en este blog que creía mi casa, en aquel entonces, en aquella situación. Ahora, me siento extranjera, extranjera frente a un documento en blanco que pretende que vomite palabras. Puedo sentir su impaciencia, se traspasa de la pantalla al calor y la humedad de este ambiente veraniego.
Me doy cuenta de que hace mucho que no escribo en castellano. El pobre quedó relegado a la descripción de mis pensamientos más sombríos, destinados al intimísimo público que son los 3 cáctuses que florecen en mi ventana. Y ahora el inglés ha tomado su lugar, con su fonética más redonda, según mi parecer, y sus consonantes confusas.
Me vuelvo a estremecer al pensar en todo este tiempo pasado entre la última entrada y ésta. Tantas cosas han llegado a pasar que no estoy segura ni de si soy capaz de recordarlas todas. Mierda de memoria por asociación. Mierda de memoria lineal. Mierda de memoria en general. Aunque realmente tampoco se trata de contar aquí mi vida en verso. Esto no es un diario. No lo es ni lo fue jamás. Aunque sí me gustaría que fuera una especie de diario de sensaciones. No de sentimientos; sensaciones. Es más, sensaciones, en itálico. Tampoco trataría sobre el cuerpo, al menos no exclusivamente, si no que más bien englobaría esos momentos en que nos atraviesan relámpagos por la columna vertebral. O nos da un vuelco el estómago (que no el corazón). O se nos enmascara la vista.
Siento que en este intento se me acabarán las palabras. Puede que incluso tenga que visitar a mi viejo amigo diccionario.
Qué excitación, amigos lectores. Qué excitación.