So... I'm moving.
Es lunes por la tarde. Es agosto y Barcelona parece una olla a presión, un hervidero de turistas subiendo y bajando por las calles, tratando de evitar el manto de calor que se ha posado sobre la ciudad. La humedad es tal que, sin hacer el más mínimo movimiento, una capa de sudor recubre la piel del 96,7% de la población (el restante son tan flacuchos que no tienen capacidad sudorípara). Pero todo eso, sí, todo eso, por más desagradable que parezca, no tiene importancia, y no la tiene porque este viernes ya no estaré aquí.
La gente me pregunta: "¿Te vas para siempre?", y me parece de lo más gracioso, porque yo, simple mortal en este planeta minúsculo del sistema solar, del universo, yo, diminuto ser de la existencia animal, no tengo ni idea de lo que significa "para siempre". Entendámonos, no tengo la garantía de saber con certeza qué pasará esta semana que viene, o en dos meses, o en un año, entonces pues, ¿qué carajo voy a saber yo del "para siempre"? Es simplemente absurdo. Me voy, y eso ya es más de lo que podría haberme imaginado.
Y el tiempo dirá; me llevará por donde me tenga que llevar, me enseñará algunas cosas u otras, y quizás con eso sea feliz. Los que me quieran acompañar caminaran a mi lado, y charlaremos de las maravillas y desgracias de la vida; viviremos, trabajaremos, reiremos y nos amaremos, en la distancia y en la cercanía, pues caminar juntos no significa necesariamente pegados. Volaremos entre continentes, pasearemos por aeropuertos más grandes de lo que podamos imaginarnos, saltaremos de rocas, nadaremos, y nos pararemos a sentir la inmensidad del mundo.
Pero, ¿veis? Ya me he adelantado. Ya he querido ir más allá de lo que naturalmente debía. Me habéis tirado de la lengua, y mi imaginación ha volado tan alto y tan cerca del sol que se ha empezado a chamuscarse las plumillas. Así que retrocederé en el tiempo y volveré a éste caluroso lunes de agosto, con las maletas abiertas en la habitación y cuatro maravillosos días por delante, porque éste viernes me espera New York City, para ahora o para siempre.
Who gives a shit?
lunes, 18 de agosto de 2014
martes, 29 de abril de 2014
Te imagino en una habitación. Te imagino con la mirada atravesando la ventana, absorto en la urbe extraña que se extiende ante ti. Te imagino, cubierto en sudor por el calor estival, entre sábanas blancas. Te imagino despierto en la noche, pensando en tiempos pasados, en detalles aparentemente sin importancia, como el tirante del vestido resbalando por el hombro, o una silueta sentada en la acera. Te imagino.
No es que lo que esté pasando en la habitación no sea trascendental, pero te imagino, por alguna extraña razón, lejos de toda esa escena. Lejos de los pliegues de esas blancas sábanas, y de ese sudor, aunque ambas cubran parte de tu cuerpo.
[Tu cuerpo, ni tan esculpido ni tan flácido. Tu cuerpo que por las noches parecía un almohadón de cuero; la tez morena, hombre del sur. Olor a detergente de la ropa subiendo por mi nariz, paseando por mi córtex cerebral, entrando por las rendijas hasta el hipotálamo. Descarga de dopamina.]
Te imagino con el ceño fruncido, contando meticulosamente todas y cada una de las luces que las calles vomitan en tu cara. Es probable que te apoyaras en el marco de la ventana y miraras hacia abajo y te encontraras a una chica, borracha, susurrando tu nombre a voces. ¿Acaso puede alguien susurrar a voces? Yo lo imagino así, y así debió de ser. Y tú, sonreirías, porque ¿quién demonios puede susurrar tu nombre a voces a las 2 de la madrugada, un miércoles? O un martes, o un sábado. Qué más da. Seguro que sonríes, porque hay que estar muy loco para querer atravesar una ciudad y meterse en camas ajenas, sin previo aviso. Y tú, mi amigo, siempre las has preferido locas.
No es que lo que esté pasando en la habitación no sea trascendental, pero te imagino, por alguna extraña razón, lejos de toda esa escena. Lejos de los pliegues de esas blancas sábanas, y de ese sudor, aunque ambas cubran parte de tu cuerpo.
[Tu cuerpo, ni tan esculpido ni tan flácido. Tu cuerpo que por las noches parecía un almohadón de cuero; la tez morena, hombre del sur. Olor a detergente de la ropa subiendo por mi nariz, paseando por mi córtex cerebral, entrando por las rendijas hasta el hipotálamo. Descarga de dopamina.]
Te imagino con el ceño fruncido, contando meticulosamente todas y cada una de las luces que las calles vomitan en tu cara. Es probable que te apoyaras en el marco de la ventana y miraras hacia abajo y te encontraras a una chica, borracha, susurrando tu nombre a voces. ¿Acaso puede alguien susurrar a voces? Yo lo imagino así, y así debió de ser. Y tú, sonreirías, porque ¿quién demonios puede susurrar tu nombre a voces a las 2 de la madrugada, un miércoles? O un martes, o un sábado. Qué más da. Seguro que sonríes, porque hay que estar muy loco para querer atravesar una ciudad y meterse en camas ajenas, sin previo aviso. Y tú, mi amigo, siempre las has preferido locas.
lunes, 12 de agosto de 2013
Síntesis
Leyendo antiguas entradas, no dejo de asombrarme. Me he dado cuenta de que voy de la inocencia a la estúpida redundancia. Válgame Dios.
Someday I'll learn.
Someday I'll learn.
sábado, 10 de agosto de 2013
Parece mentira como las promesas se rompen. Lo fácil que uno puede dejar de ser fiel a sí mismo, perder el norte y abandonar las cosas que en su día parecían importantes, vitales incluso. Apartarse del camino puede parecer trivial, decisión del momento, pensando en el mero hecho de que cerrando una puerta queda una ventana, pero ¿acaso vamos a saltar por esa jodida ventana? Y en ese caso, ¿cuántas ventanas más quedaran por cruzar?
Hay días que miro alrededor y pienso en qué acabó sucediendo. ¿Cuál fue el momento, el detalle, el día y la hora en que todo se desató? ¿Cuál fue el instante en que se decidió que ese era el rumbo? ¿Cómo se olvidaron aspiraciones, expectativas, anhelos tan anclados en mi ser como mi propio hígado? ¿Cómo habré acabado en la enormidad, en la inmensidad? La vacuidad de estos parajes que me agarran por los brazos y las piernas, que me paralizan sin descanso.
Vivir con los fantasmas de tus propios interrogantes. Dejar de engañar y de engañarse. Esa es la cuestión.
Hay días que miro alrededor y pienso en qué acabó sucediendo. ¿Cuál fue el momento, el detalle, el día y la hora en que todo se desató? ¿Cuál fue el instante en que se decidió que ese era el rumbo? ¿Cómo se olvidaron aspiraciones, expectativas, anhelos tan anclados en mi ser como mi propio hígado? ¿Cómo habré acabado en la enormidad, en la inmensidad? La vacuidad de estos parajes que me agarran por los brazos y las piernas, que me paralizan sin descanso.
Vivir con los fantasmas de tus propios interrogantes. Dejar de engañar y de engañarse. Esa es la cuestión.
martes, 4 de septiembre de 2012
Esto es lo que pasa una vez vuelves a escribir. Mil cosas por la cabeza, mil pensamientos que crees brillantes, un millón de cosas que deberías absolutamente compartir con el mundo, y cero ganas de ponerte a enumerarlas, y mucho menos disertarlas. Pero hoy, al leer un diario de un octogenario bastante interesante me he submergido en los trasfondos de mi (precaria) memoria. Sin quererlo ni beberlo, y mientras yacía bajo el sol del mediodía catalán, los momentos más embarazosos y cruelmente bochornosos de mi vida han decidido desfilar frente a mis ojos. Uno por uno. Lo que no pensaba llegar a sentir son remordimientos. Remordimientos: una palabra que no importa en qué idioma la enuncies, sigue oliendo a putrefacción de las entrañas.
Parece que es un buen momento para la auto-flagelación y el mea culpa máximo. O no. Creo que paso.
Parece que es un buen momento para la auto-flagelación y el mea culpa máximo. O no. Creo que paso.
dolor.
Me fascina el término del "corazón roto". Intento recordar qué fue lo que sentí en la última ocasión, pues aunque yo tenga memoria de pez, el cuerpo recuerda. Cada fibra, cada membrana, cada célula de mi ser (y de todos) rememora des de lo más primitivo, como caminar o hablar, hasta el movimiento más nimio, y des de luego, la rotura del corazón. Así pues, hago memoria. Intento mimetizar con todos mis miembros el gesto, siendo fiel al orden del desastre. Primero, la falta de aire, siguiéndole la quasi fatal punzada cardíaca. Después, la subida frenética del ritmo respiratorio. La mano se levanta, se posa en el pecho, impidiendo así el diluvio de emociones. O al menos, tratando. Las costillas temblando, el esternón convulsionando, las lágrimas brotando y la mueca evidente.
Toda la cara vuelta en tensión, comprometida a siempre en agrias arrugas de desconcierto. E incluso ahora, tan lejos y tan cerca, la memoria funciona. El cuerpo recuerda. El cuerpo nunca olvida.
Es nuestra perdición, que nos hará vivir por los siglos de los siglos. Amor.
Toda la cara vuelta en tensión, comprometida a siempre en agrias arrugas de desconcierto. E incluso ahora, tan lejos y tan cerca, la memoria funciona. El cuerpo recuerda. El cuerpo nunca olvida.
Es nuestra perdición, que nos hará vivir por los siglos de los siglos. Amor.
martes, 26 de junio de 2012
Visión de pasado/presente
Caminando hoy por las calles de Barcelona, en estos, los últimos días de colegio que suponen un qué para los adolescentes, he decidido pararme a observar a esos entes indefinidos que son los teen. Con sus desdichados andares, su desafortunado hablar y sus dosis casi enfermas de feromonas sin final feliz. Todo eso me ha recordado a una versión menos afortunada de mi yo, una versión absoluta y caprichosamente dominada por el impulso sexual de púber, destinada a cometer errores de novata hasta la saciedad en cuanto a la vida en general se refiere. Mi impaciencia sobrepasaba los niveles permitidos por la ley, hasta el punto en que mis hermanos mayores tuvieron que tomar partido en el asunto y prepararme lo que fue mi primera "intervention". Todo un drama, lágrimas de cocodrilo incluidas. Insultos de cartón piedra que se me quedaron grabados a fuego en la frente, tales como "niña mimada" e incluso en francés "pourri gatée". Y ese fue el punto de partida de lo que pensaba que era una nueva chica transoceanica. Pero he aquí mi error. He aquí mi grandísimo traspié en la era del young adult. Justo cuando pensaba que mi impaciencia había muerto, de una vez por todas, aparece el gran obstáculo que hace mover mi dormida bola fetiforme que dormitaba en la boca de mi estómago, y que trata de romper las paredes de mi vientre desde el interior (no sé por qué, exactamente, pero siempre pensé en mi impaciencia como ese bola infernal y negra, harta de la espera y dispuesta a masacrarme desde mis entrañas). La ansiedad me ataca de repente en estas noches estivales y me sofoca, trepando por mi esófago e incitándome al vicio del fumar. Me imaginaba que en 2 años, 4 meses y 6 días que llevaba sin escribir en este, mi blog, había crecido y este bola habría menguado como por arte de magia, pero resulta que aún me queda camino para llegar a mi yo ideal.
Os invito a acompañarme por el camino de la transformación. Esto promete ser morbosamente divertido. Palabra de chica transoceánica resucitada.
Os invito a acompañarme por el camino de la transformación. Esto promete ser morbosamente divertido. Palabra de chica transoceánica resucitada.
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