sábado, 10 de agosto de 2013

Parece mentira como las promesas se rompen. Lo fácil que uno puede dejar de ser fiel a sí mismo, perder el norte y abandonar las cosas que en su día parecían importantes, vitales incluso. Apartarse del camino puede parecer trivial, decisión del momento, pensando en el mero hecho de que cerrando una puerta queda una ventana, pero ¿acaso vamos a saltar por esa jodida ventana? Y en ese caso, ¿cuántas ventanas más quedaran por cruzar?
Hay días que miro alrededor y pienso en qué acabó sucediendo. ¿Cuál fue el momento, el detalle, el día y la hora en que todo se desató? ¿Cuál fue el instante en que se decidió que ese era el rumbo? ¿Cómo se olvidaron aspiraciones, expectativas, anhelos tan anclados en mi ser como mi propio hígado? ¿Cómo habré acabado en la enormidad, en la inmensidad? La vacuidad de estos parajes que me agarran por los brazos y las piernas, que me paralizan sin descanso.
Vivir con los fantasmas de tus propios interrogantes. Dejar de engañar y de engañarse. Esa es la cuestión.

martes, 4 de septiembre de 2012

Esto es lo que pasa una vez vuelves a escribir. Mil cosas por la cabeza, mil pensamientos que crees brillantes, un millón de cosas que deberías absolutamente compartir con el mundo, y cero ganas de ponerte a enumerarlas, y mucho menos disertarlas. Pero hoy, al leer un diario de un octogenario bastante interesante me he submergido en los trasfondos de mi (precaria) memoria. Sin quererlo ni beberlo, y mientras yacía bajo el sol del mediodía catalán, los momentos más embarazosos y cruelmente bochornosos de mi vida han decidido desfilar frente a mis ojos. Uno por uno. Lo que no pensaba llegar a sentir son remordimientos. Remordimientos: una palabra que no importa en qué idioma la enuncies, sigue oliendo a putrefacción de las entrañas.
Parece que es un buen momento para la auto-flagelación y el mea culpa máximo. O no. Creo que paso.

dolor.

Me fascina el término del "corazón roto". Intento recordar qué fue lo que sentí en la última ocasión, pues aunque yo tenga memoria de pez, el cuerpo recuerda. Cada fibra, cada membrana, cada célula de mi ser (y de todos) rememora des de lo más primitivo, como caminar o hablar, hasta el movimiento más nimio, y des de luego, la rotura del corazón. Así pues, hago memoria. Intento mimetizar con todos mis miembros el gesto, siendo fiel al orden del desastre. Primero, la falta de aire, siguiéndole la quasi fatal punzada cardíaca. Después, la subida frenética del ritmo respiratorio. La mano se levanta, se posa en el pecho, impidiendo así el diluvio de emociones. O al menos, tratando. Las costillas temblando, el esternón convulsionando, las lágrimas brotando y la mueca evidente.
Toda la cara vuelta en tensión, comprometida a siempre en agrias arrugas de desconcierto. E incluso ahora, tan lejos y tan cerca, la memoria funciona. El cuerpo recuerda. El cuerpo nunca olvida.
Es nuestra perdición, que nos hará vivir por los siglos de los siglos. Amor.

martes, 26 de junio de 2012

Visión de pasado/presente

Caminando hoy por las calles de Barcelona, en estos, los últimos días de colegio que suponen un qué para los adolescentes, he decidido pararme a observar a esos entes indefinidos que son los teen. Con sus  desdichados andares, su desafortunado hablar y sus dosis casi enfermas de feromonas sin final feliz. Todo eso me ha recordado a una versión menos afortunada de mi yo, una versión absoluta y caprichosamente dominada por el impulso sexual de púber, destinada a cometer errores de novata hasta la saciedad en cuanto a la vida en general se refiere. Mi impaciencia sobrepasaba los niveles permitidos por la ley, hasta el punto en que mis hermanos mayores tuvieron que tomar partido en el asunto y prepararme lo que fue mi primera "intervention". Todo un drama, lágrimas de cocodrilo incluidas. Insultos de cartón piedra que se me quedaron grabados a fuego en la frente, tales como "niña mimada" e incluso en francés "pourri gatée". Y ese fue el punto de partida de lo que pensaba que era una nueva chica transoceanica. Pero he aquí mi error. He aquí mi grandísimo traspié en la era del young adult. Justo cuando pensaba que mi impaciencia había muerto, de una vez por todas, aparece el gran obstáculo que hace mover mi dormida bola fetiforme que dormitaba en la boca de mi estómago, y que trata de romper las paredes de mi vientre desde el interior (no sé por qué, exactamente, pero siempre pensé en mi impaciencia como ese bola infernal y negra, harta de la espera y dispuesta a masacrarme desde mis entrañas). La ansiedad me ataca de repente en estas noches estivales y me sofoca, trepando por mi esófago e incitándome al vicio del fumar. Me imaginaba que en 2 años, 4 meses y 6 días que llevaba sin escribir en este, mi blog, había crecido y este bola habría menguado como por arte de magia, pero resulta que aún me queda camino para llegar a mi yo ideal.
Os invito a acompañarme por el camino de la transformación. Esto promete ser morbosamente divertido. Palabra de chica transoceánica resucitada.

jueves, 21 de junio de 2012

elipsis temporal.

Me estremezco al leer las últimas líneas. Hace 2 años, 4 meses y 1 día que no me paraba a escribir en este blog que creía mi casa, en aquel entonces, en aquella situación. Ahora, me siento extranjera, extranjera frente a un documento en blanco que pretende que vomite palabras. Puedo sentir su impaciencia, se traspasa de la pantalla al calor y la humedad de este ambiente veraniego.
Me doy cuenta de que hace mucho que no escribo en castellano. El pobre quedó relegado a la descripción de mis pensamientos más sombríos, destinados al intimísimo público que son los 3 cáctuses que florecen en mi ventana. Y ahora el inglés ha tomado su lugar, con su fonética más redonda, según mi parecer, y sus consonantes confusas.
Me vuelvo a estremecer al pensar en todo este tiempo pasado entre la última entrada y ésta. Tantas cosas han llegado a pasar que no estoy segura ni de si soy capaz de recordarlas todas. Mierda de memoria por asociación. Mierda de memoria lineal. Mierda de memoria en general. Aunque realmente tampoco se trata de contar aquí mi vida en verso. Esto no es un diario. No lo es ni lo fue jamás. Aunque sí me gustaría que fuera una especie de diario de sensaciones. No de sentimientos; sensaciones. Es más, sensaciones, en itálico. Tampoco trataría sobre el cuerpo, al menos no exclusivamente, si no que más bien englobaría esos momentos en que nos atraviesan relámpagos por la columna vertebral. O nos da un vuelco el estómago (que no el corazón). O se nos enmascara la vista.
Siento que en este intento se me acabarán las palabras. Puede que incluso tenga que visitar a mi viejo amigo diccionario.
Qué excitación, amigos lectores. Qué excitación.





sábado, 20 de febrero de 2010

Eco

La vacuidad de una vida es algo mucho más tangible de lo que uno se piensa. Palpable incluso.
Se puede medir en horas interminables, en sudorosos minutos, en tortuosas esperas, en miradas blancas y unidireccionales.

"Siempre podré saltar desde el marco de esta puerta,
por muy ridículo que parezca.
Al menos habré asimilado mi papel de ángel,
aunque sea por un segundo,
cayendo entre los edificios,
volando entre inocentes."

N. T. (fragmento de Peacefully Yours)

miércoles, 20 de enero de 2010

Extensión de un poco convincente adiós.

"Tengo miedo. Es decir, afronto los problemas, pero tengo miedo. ¿Y quién no? Los cambios asustan aunque sean buenos, y casi siempre son buenos en algún aspecto; pero, ¿es éste un cambio positivo? Al menos quiero convencerme de que lo será, a la larga... No puedo evitar que una parte de mí se paralice, se petrifique, que me vuelva hielo goteando sin parar al pensarlo. Y miro a la ventana y veo que el mundo sigue en pie, que la gente camina y habla y ríe, pero nadie me mira a los ojos como tú. Y no quiero decir que no habrá nadie más que pueda llenar ese vacío, porque es un cliché tan penoso como tirar el anillo de casados en la cara del marido infiel o un "felices para siempre" escrito en una tarta de bodas de crema rosa. No sé si será así, no sé si habrá otra persona que sepa entenderme de esta forma, y no quiero saberlo, porque eso no va a consolarme por ahora. Por ahora eres un clavo demasiado bien hundido en mi ser como para que otro clavo sea capaz de sacarte. Dios, como me gustaría que se callara la ciudad por un momento, o que hiciera sol. 
Quiero dormir."